Crítica a la obra de Lucila Fliess
por Rosa Faccaro
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En la generación de los ochenta los elementos plásticos que van a estructurar la figuración, ponen su acento en la denominada pintura-pintura, y los materiales propios de las nuevas tecnologías. Lucila Fliess pertenece a esa generación. Su trayectoria nos habla de una genealogía, cuya filiación artística afirma un saber. A todo esto suma un sólido conocimiento de las artes plásticas en cuanto a experimentar no sólo con la construcción de la imagen figurativa, sino con materiales empleados para vehiculizar sus propósitos expresivos.
El relato imaginario posee protagonistas de igualdad jerárquica. La representación se basa en la figura humana junto a la canina. En la antigüedad se hallaron en América curiosos ejemplares nativos, conservándose momificados en esta compañía. Pero debemos comprender que la creación, en cada cultura y tiempo, trasciende todo los juicios referentes a la naturaleza canina.
Serán las artes plásticas que, como elemento lingüístico distintivo, especifica la relación de estos personajes, y relatará esa simbiosis que perdura hoy día.
El relato imaginario de Lucila Fliess, tiene cierto magnetismo. No escatima profundizar la expresión que caracteriza el animal y guarda con el acompañante humano una discreción anónima. Cito el ejemplo de la escultura “Despertar de la Conciencia” donde puede observarse que la artista conoce el alma canina hasta el tuétano. Su réplica en yeso le da una jerarquía singular a esta obra ya que se retrata a sí misma.
En las esculturas, citaremos el virtuosismo en el uso de láminas de cobre en forma de escamas, esto puede verse en la concepción constructiva del animal que se apoya en la figura del torso y la cabeza de la artista. Es una obra concebida con mucha libertad, acierto y con resultados expresivos inigualables.
La obra “El Paseo” merece destacarse por la armonía en la conjunción entre el paseante y el paseado. Se evidencia en esta obra un equilibrio total que trasciende la relación que se establece entre ellos. Se visualiza a través de la imagen, el placer de la compañía mutua.
También existe una metamorfosis propia de la surrealidad. La artista fusiona e internaliza la figura humana con la canina, licuándola pictóricamente en una identidad común.
Esta característica puede verse en la obra “Animal”.
No solo debemos ver su intención estética en las resoluciones plásticas correspondientes a su tarea artística, sino también apreciar una imaginación libre de prejuicios hacia el mundo significante.
Rosa Faccaro
Asociación Argentina e Internacional Criticos de arte.